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viernes, 13 de mayo de 2016

ANACONDA COMÚN (EUNECTES MURINUS)





La anaconda verde o común (Eunectes murinus) es una serpiente constrictora de la familia de las boas, endémica de los ríos del trópico de Sudamérica. De todas las serpientes esta es la de mayor peso, rivaliza con la pitón reticulada (Python reticulatus) por el título de la serpiente más grande del mundo, que suele ser más larga aunque menos pesada. Se han reportado casos de humanos adultos atacados o siendo sus presas, aunque ninguna serpiente tiende a atacar a un ser humano, exceptuando que sea en defensa propia (cuando un humano la está atacando o asustando), ya que estos no forman parte de su cadena trófica.

Las anacondas hembra pueden alcanzan un promedio de entre 5 a 7 metros de largo y un peso de 45 a 80 kg, mientras que los machos alcanzan una longitud de 2 metros y medio. Esta serpiente es quizá uno de los reptiles más conocidos, siendo la más grande que se ha registrado oficialmente media 9 metros de largo y pesaba 140 kg, este es el máximo tamaño para una anaconda y el límite de los especímenes más grandes, sin embargo se ha mencionado la existencia de hembras de hasta 12 metros de longitud y 250 kg de peso, con una diámetro de hasta 40cm, pero son reportes vagos y que se sugieren tratarse con precaución.

Las anacondas macho son significativamente menores, en el caso más marcado de dimorfismo sexual entre los Squamata. Este tamaño es más sorprendente en vista de la escasa longevidad del animal, que rara vez supera los 15 años, aunque se documentan casos de hasta 50 años. Está entre los 10 animales más poderosos del mundo según los zoologos.

No obstante la mayoría de los hallazgos de grandes anacondas no han sido científicamente verificados, por lo que permanece en duda cuánto pueden crecer realmente estas serpientes. En numerosos estudios científicos de campo raramente se han medido ejemplares de más de 5.5 m.


DISTRIBUCIÓN

La mayoría de las boas propiamente dichas (boidos de la subfamilia Boinas) se distribuye por América tropical, incluidas las islas del Caribe, donde el género Epicrates cuenta con numerosos endemismos. La anaconda verde, que es una de ellas, se distribuye por Sudamérica tropical al este de los Andes. Sobre todo por las cuencas del Amazonas y del Orinoco, y también por las Guayanas y la isla de Trinidad. Unas pocas boas verdaderas –las del género Candoia- vive en Nueva Guinea y las islas vecinas, lo que no deja de ser un enigma, ya que es difícil saber si sus ancestros llegaron por mar desde Centroamérica como sucedió con las iguanas del Pacífico o sí, por el contrario, los boidos se originaron en la región australiana, como los pitónidos, y colonizaron luego América.

Sea cual fuera el sentido de esta dispersión, la serpientes del género Eunectes parece estar más relacionado con las boas Condoia que con los demás boidos, lo que indica que o bien algún ancestro de las anacondas viajó hacia el Pacífico o bien éstas descienden directamente de alguna ancestral boa del Pacífico. Desgraciadamente, la escasez del registro fósil en este orden de vertebrados de esqueleto frágil (este tipo de serpientes) impide decantarse por cualquiera de estas dos hipótesis. Por la misma razón, tampoco podemos descartar por completo la idea tradicional de que los actuales boidos descienden de un antiguo grupo de macrostomados –las grandes Mastoia, cuyos fósiles se han encontrado en Madagascar, África y Sudamérica- que poblaba el continente de Gondwana, pese a que esta hipótesis no logre explicar por qué la boa constrictor está más estrechamente emparentada con las boas de Madagascar que con otros boidos de Sudamérica, incluidas las anacondas.

Habita mayormente en las cuencas de el ríos Orinoco en Venezuela, su mayor rival es la Panthera onca quien intenta cazarla en todos sus encuentros para alimentarse de ella. también habita en los llanos Venezolanos allí su rival es el Crocodylus intermedius quien compite con ella por alimentarse de Hydrochoerus hydrochaeris que es un gran bocado para ambos rivales.

Habita en las cuencas de los ríos Orinoco, Río Putumayo, Napo, Amazonas, Paraguay, y el Alto Paraná. Cuenta con poblaciones en Guyana, isla Trinidad, Venezuela, Colombia, Brasil, Ecuador, Perú, Bolivia, hasta el noreste de Paraguay, estando extinta en la Argentina.

DESCRIPCIÓN

La anaconda es de color verde oscuro, con marcas ovales de color negro y ocre en los flancos. El vientre es más claro, y en la parte final de la cola muestra diseños en amarillo y negro que son únicos para cada ejemplar. El hocico está cubierto por seis escamas engrosadas, tres a cada lado, que constituyen el rasgo más distintivo que separa a las especies de Eunectes de las estrechamente relacionadas Boa.

La cabeza es estrecha, y no presenta un cuello marcado. Las narinas y los ojos están en una posición elevada, facilitando así la respiración y la percepción durante los largos períodos que la anaconda pasa sumergida. Los receptores olfativos se encuentran en la lengua, como en todas las serpientes. El cuerpo es ancho y musculoso, adaptado a la forma de presa de la serpiente, que mata a sus presas por constricción.

El único sector de todo el cuerpo no cubierto por escamas se encuentra en la región caudal, en la zona de la cloaca, la cual presenta espolones en sus inmediaciones, que son restos atrofiados que otrora eran extremidades locomotoras.

Rara vez supera los 15 años, aunque se documentan casos de hasta 50 años.

Tamaño

Aún se debate cual de estas dos serpientes conocidas es la más larga. La anaconda es la mayor serpiente conocida al ser por mucho la más pesada y, cuanto menos, la segunda más larga, después de la pitón reticulada.

  -Las hembras, significativamente mayores que los machos, alcanzan un promedio de 4 a 8 m de largo y un peso de 45 a 180 kg, mientras que los machos alcanzan una longitud de 2,5 m. Es el caso más marcado de dimorfismo sexual entre los Squamata.

  -En 1960 se registró una hembra cazada en Brasil con 8,45 m de longitud y 227 kg de peso.

  -Dieter Schmidt, refiere que el récord lo tiene un ejemplar de 11,44 m de longitud; en su libro Mantenimiento De Las Serpientes afirma que si bien el Libro Guinness de los récords no lo reconoció, en 1944 se lo capturó en el río Orinoco, en Venezuela, y que pesó 285 kg, y tenía 123 cm de circunferencia.

CARACTERÍSTICAS

La anaconda, con un peso máximo que supera ampliamente los 200 kg y una longitud de más de 8 m, es el más corpulenta de los ofidios vivos (tipo de reptiles); también es posible que sea la más larga de todas las serpientes, pese a que muchos herpetólogos opinan que en este ámbito la supera la pitón reticulada (Python reticulatus).

Cabeza: La cabeza de la anaconda es plana y pequeña pero extremadamente musculosa, con los ojos y los orificios nasales situados en posición dorsal. Contrariamente a la boa esmeralda y otras especies arbóreas, la anaconda verde es una serpiente que no posee fosetas labiales; aún así, las terminaciones de algunos de sus nervios faciales son muy sensibles a las variaciones de la temperatura, lo que sin duda le ayuda a localizar animales de sangre caliente. Como todos los ofidios, la anaconda tiene una lengua bífida y protráctil que recoge las partículas olorosas del medio circundante. Cuando la anaconda vuelve a meter la lengua en la boca, introduce sus extremidades en dos cavidades huecas situadas en el paladar (el órgano de Jacobson). La conexión nerviosa de este órgano con el cerebro permite que la anaconda tenga en todo momento una información muy precisa sobre su entorno.
Esqueleto: Como el esqueleto de otros boidos o serpientes, el de la anaconda verde muestra vestigios de la cintura pélvica y de las patas posteriores. Estas últimas terminan en unos espolones en forma de garra, situados a ambos lados de la abertura cloacal, siendo más largos en los machos que en las hembras. La diferencia no sólo es morfológica sino también conductual, ya que los machos rascan a la hembra con sus espolones para estimularla, en tanto que esta última no los utiliza. Tanto los espolones como los vestigios de cintura pélvica de la anaconda, atestiguan que los ofidios ancestrales poseían miembros posteriores bien desarrollados, lo cual no es de extrañar si se considera que este suborden tenía un ancestro común con los saurios no iguanianos y con las anfisbenas. Mucho mayores que las escamas dorsales e imbricadas como ellas, las escamas ventrales de las anacondas forman grandes placas transversales que permiten adherirse eficazmente a los sustratos no acuáticos. Aunque la anaconda se desplaza sobre todo por ondulación lateral, utiliza también en ocasiones la locomoción rectilinear. Este atípico modo de locomoción consiste en estirar el cuerpo o parte de él en línea recta y mover la piel del vientre con respecto al cuerpo; tras impulsarse hacia delante por contracción muscular al tiempo que ansia sus escamas ventrales contra el suelo, la serpiente empuja dichas escamas hacia delante hasta un nuevo punto de fricción para repetir el proceso una y otra vez.
Ojos: Los ojos de la anaconda son pequeños y tienen la pupila elíptica y vertical típica de los boidos; aunque no proporcionan una visión muy aguda, su posición en lo alto de la cabeza permite mirar por encima del agua como si la anaconda utilizara un periscopio. Como en todos los ofidios, los párpados están soldados entre sí y forman una lente transparente encima del ojo.
Orificios nasales: Los orificios nasales de la anaconda están situados en lo alto del hocico, lo que permite que la anaconda respire con facilidad cuando nada en la superficie; cuando el ofidio se sumerge, los orificios nasales se cierran herméticamente.
Dientes: Los dientes de esta serpiente son muy numerosos y afilados, son largos, cónicos y curvados hacia atrás, lo que facilita la captura y la deglución de las presas; como todos los boidos, la anaconda carece de dientes premaxilares.
Mandíbula inferior: La mandibula de la serpiente anaconda se compone de dos mitades independientes que pueden moverse alternativamente sobre la presa, la posibilidad de separarla de la mandíbula superior fija hasta un ángulo de 180° permite capturar y tragar presas mucho más gruesas que el ofidio.
Piel: La piel de la anaconda es muy pobre en glándulas, pero está bien dotada de terminaciones nerviosas. Este reptil tiene una dermis muy desarrollada, lo cual se refleja en las excelentes cualidades del cuero de anaconda verde (lo que no es precisamente una garantía para su futura supervivencia).

HÁBITAT Y COMPORTAMIENTO

La anaconda se siente a gusto tanto en los árboles como en el agua; prefiere y los estanques de aguas quietas a las corrientes rápidas, por lo que es raro encontrarla a gran altura. Pasa la mayor parte del tiempo sumergida, acechando a su presa; la posición de las narinas le permite sumergir casi todo el cuerpo a modo de cripsis, y su poderosa musculatura la hace una rápida nadadora.

La anaconda caza por lo general animales que se acercan a beber, sujetándolos con sus mandíbulas y aferrándose a ellos para enroscarse alrededor de su cuerpo y sofocarlos, ya que atacan extremadamente rápido por lo que en algo más de 10 segundos ya han sometido a su presa. Si encuentra la oportunidad de cazar en tierra, normalmente se descuelga desde una rama para sorprender a su víctima. Contra la creencia habitual, la constricción no mata por lo general directamente a la víctima, sino que le impide respirar, presionando el tórax para imposibilitar la inhalación, y lo logran por la inmenza fuerza de su cuerpo, se enroscan a su presa y formando anillos con su cuerpo ejerciendo una tremenda presión que termina sofocando a su presa. Así lo muestra un estudio con una anaconda de 5.8 m y 40 kg, que empleando un medidor de presión en su alimento (un pato grande) se comprobo que estas serpientes ejercen una presión de 6.5 kg por centimetro cuadrado, casi 4,000 kg en total, opacando las estimaciones que se daban de unos 900 kg, por lo que es la presión más grande que se tiene conocimiento de la cual puede ejercer una animal.

La anaconda no necesita triturar a su presa, puesto que su mandíbula —como en todas las serpientes— se desencaja, permitiéndole tragar el alimento entero y utiliza su fila de dientes interior, las serpientes tienen cuatro filas de dientes, una ordinaria y otra en el paladar, para ir avanzando sobre su alimento e irla introduciendo en su garganta. La digestión de una presa grande puede demorar varias semanas, durante las cuales la serpiente se encuentra casi inactiva y dormita en una rama lo suficientemente fuerte para soportar su peso o a la vera del agua.

La anaconda es una serpiente capaz de consumir presas de gran tamaño; el carpincho es una de sus víctimas predilectas, así como ejemplares jóvenes de tapir, pecarí, ciervo, y aún caimanes en caso de necesidad, e incluso se sabe que han devorado jaguares y cocodrilos. Se alimenta también de huevos, aves, diversos roedores y otros reptiles menores.

La anaconda se siente a gusto tanto en los árboles como en el agua; prefiere los estanques de aguas quietas a las corrientes rápidas. Pasa la mayor parte del tiempo sumergida, acechando a su presa; la posición superior de las narinas le permite sumergir casi todo el cuerpo a modo de cripsis, y su poderosa musculatura la hace una rápida nadadora.

Caza por lo general animales que se acercan a beber, sujetándolos con sus mandíbulas y aferrándose a ellos para enroscarse alrededor de su cuerpo y asfixiarlos. El ataque es extremadamente rápido, en algo más de 10 segundos ya han sometido a su presa. Si encuentra la oportunidad de cazar en tierra, normalmente se descuelga desde una rama para sorprender a su presa. Se enroscan a su presa formando anillos con su cuerpo pero, por lo general, no es la fuerza de la constricción lo que mata a la presa, sino que le impide respirar, presionando el tórax para imposibilitar la inhalación, y lo logran por la inmensa fuerza de su cuerpo.

La anaconda no tritura sus presas, su mandíbula se desencaja, permitiéndole tragar la presa entera y utiliza su fila de dientes interior (tienen cuatro filas de dientes, una ordinaria y otra en el paladar) para ir avanzando sobre su alimento e irlo introduciendo en su garganta. La digestión de una presa grande puede demorar varias semanas, durante las cuales la serpiente se encuentra casi inactiva y dormida en una rama o junto al agua.

La anaconda pasa la mayor parte del tiempo en el agua, aunque también sale a la superficie para capturar presas fáciles. Es capaz de comer animales de gran tamaño; el carpincho es una de sus presas más comunes, así como ejemplares jóvenes de tapires, pecaríes, ciervos, y caimanes. Se alimenta también de huevos, aves, diversos roedores y otros reptiles menores.

Se han visto anacondas caníbales, la mayoría hembras devorando machos pequeños, posiblemente para asegurar la supervivencia durante la temporada seca, cuando escasean las presas.

En su fase adulta, las anacondas solo pueden ser depredadas por el jaguar (aunque se da raras veces), el cual es el máximo depredador de su ambiente.

REPRODUCCIÓN

El apareamiento de la anaconda se produce entre los meses de abril y mayo; las hembras atraen a los machos mediante una señal olfativa, y éstos se congregan en torno a ellas a lo largo de varias semanas. En la última fase del cortejo, hasta una docena de machos se enrosca en torno a la hembra, luchando por acceder a la cloaca de ésta, formando una bola característica; pueden permanecer enroscados de este modo hasta 15 días, muchas veces en aguas poco profundas, hasta que la hembra —más grande y más fuerte— escoge al vencedor.

Durante la cópula propiamente dicha, los espolones del macho estimulan la región caudal de la hembra; ambas cloacas entran en contacto, y las colas se enroscan mientras se produce la inseminación.

Las pelotas reproductoras

Según muestran los escasos estudios de campo realizados hasta la fecha, cuando una hembra anaconda está disponible sexualmente emite una feromona olfativa que es detectada por los machos de la zona hasta una distancia de 5,5 km. Estas serpientes, atraídos por el irresistible olor de la hembra y utilizando sus lenguas bífidas como antenas sexuales, los machos acuden y se apelotonan en torno a ella formando un grupo de apareamiento que el biólogo Jesús Rivas y su esposa Renée Owens denominan una “pelota reproductora”. La cohesión de estos extraños grupos puede perdurar hasta cinco semanas y se supone que la fuerza que los mantiene unidos es el poder ineludible de la feromona.

Pese a su apariencia estática, las pelotas reproductoras son en realidad partidos de lucha a cámara lenta en los que los machos intentan introducirse por la fuerza, retorciéndose sin tregua, para poder aparearse con la única hembra. La existencia de estas pelotas plantea numerosas cuestiones, como por ejemplo si la hembra es fecundada por un solo macho o por varios; si el que mejor la estimula es el ejemplar de mayor tamaño o el primero en llegar junto a ella; o qué hacen exactamente las serpientes en estas pelotas durante tanto tiempo.

Apareamiento y cría

Antes de un apareamiento que puede durar varias horas, el macho de la anaconda consigue introducirse rasca a la hembra con sus dos espolones para predisponerla sexualmente. Finalizada la cópula, el macho deposita una protección en la cloaca de la hembra, pero Jesús Rivas cree que sus rivales son capaces de sortearlo para depositar su propio esperma. Una vez fecundada, la hembra, que ha procurado llegar al apareamiento con la panza llena, no ingerirá alimento alguno durante los siete meses de gestación.

Estas serpientes son vivíparas como los demás boidos, las hembras de anaconda verde pueden parir hasta más de 70 crías aunque por lo general este número oscila en torno a las 40, lo que equivale a la tercera parte de su peso corporal; si la progenie es más numerosa, el peso de la anaconda después del parto puede reducirse hasta casi la mitad. Contrariamente a los ovíparos pitones y al igual que los demás boidos, las anacondas no cuidan a sus crías y éstas, que miden entre 60 y 80 cm de longitud y poco más de 3 cm de diámetro al nacer, tienen que defenderse por sí mismas. Presa fácil de depredadores tales como ocelotes, caimanes y otros animales de menor porte, las jóvenes anacondas sufren una gran mortalidad durante su primer año de vida.

Pero la vida adulta de la anaconda también tiene sus peligros. Aunque las anacondas verdes son los depredadores más formidables en las escasas 20 hectáreas que constituyen su área de deambulación, capturar e ingerir un caimán de más de 2 m o un capibara de afiladas uñas no siempre es un asunto fácil. Muchas anacondas adultas muestran cicatrices causadas por estas breves aunque feroces luchas y hasta con que alguna de estas herida se infecte, o que la lesión infligida sea grave, para que la reina de las aguas quede expuesta al acoso de los otros depredadores de su entorno.

CONSERVACIÓN

La anaconda no tiene particular valor comercial, aunque su piel se usa ocasionalmente en marroquinería; la principal amenaza para su conservación es la destrucción de su hábitat, así como la caza por quienes la consideran un riesgo para el ganado doméstico y los niños, sin tener en cuenta el papel que juega en el control de las plagas de roedores.

ALIMENTACIÓN

Caza e ingestión

Anaconda23.jpgComo todos los macrostomados primitivos, la anaconda verde mata por constricción y carece de glándulas de veneno. A menos que la presa sea tan pequeña e inocua que se pueda tragar viva, la serpiente se enrosca en torno a ella, apretando firmemente el cuello para evitar sus mordiscos, y la mata con un estrujón letal que detiene su respiración y su circulación sanguínea. Una vez cesan los últimos estertores de la víctima, la anaconda desenrosca sus anillos y, con sus mandíbulas muy dilatadas, inicia la laboriosa y a veces lenta tarea de engullirla.

Cuando se trata de una presa de grandes dimensiones, la ingestión, que empieza casi siempre por la cabeza, puede durar varias horas, hasta seis o más si el animal es de formas redondeadas. Si la presa es alargada y su piel no presenta grandes asperezas, la ingestión suele ser en cambio bastante más rápido. Como sucede con muchas otras serpientes, la piel del cuerpo es lo bastante flexible como para la presa se desplace por su interior sin dañarlo, empujada en su avance por la acción de los huesos de la mandíbula; como en ellas, la ausencia de cintura pectoral e incluso de esternón permite que la presa se deslice fácilmente desde la boca hasta la entrada del estómago, movimiento que se ve facilitado además por la flexibilidad de la costillas.

Presas principales

Hábil nadadora, la anaconda verde puede recorrer velozmente pequeñas distancias bajo el agua o en la superficie, donde es capaz de alcanzar la velocidad nada despreciable de 6 m/s. En tierra, por el contrario, sus movimientos son lentos y pesados, y de ahí su reticencia a abandonar el medio acuático. Pese a ello, los peces forman una parte muy pequeña de la dieta de esta serpiente; sus presas más usuales son aves acuáticas y roedores, incluidos agutís, pacas y el mayor de todos ellos, el capibara, una especie semiacuática que puede alcanzar los 65 kilos de peso.

Poco especializada en la elección de su alimento, la anaconda ataca también muchos otros tipos de animales, desde lagartos y tortugas acuáticas hasta pecarís y cérvidos a los que captura cuando van a abrevar. En ocasiones entabla duelos con caimanes de más de 2 m a los que por lo general consigue matar enroscándose en torno de su cuerpo. Tras un festín de estas proporciones, la anaconda suele quedarse en ayuno durante semanas o incluso meses. Entretanto, y hasta que la presa no ha sido digerida por completo, permanece inactiva y resulta vulnerable a la depredación. Si se trata de una anaconda adulta, esta vulnerabilidad sólo es teórica, ya que pocos animales se atreven con ella, pero no sucede lo mismo con los ejemplares muy jóvenes, que pueden ser presa de caimanes, jaguares, ocelotes u otros depredadores.

Anaconda verde
Eunectes murinus.jpg
E. murinus
Estado de conservación
No evaluado
Taxonomía
Reino:Animalia
Filo:Chordata
Clase:Sauropsida
Orden:Squamata
Familia:Boidae
Género:Eunectes
Especie:E. murinus
Linnaeus1758
Subespecies
Sinonimia
  • Boa aquatica Wiedneuwied, 1824
  • Boa gigas Latreille, 1802
  • Boa murina Linnaeus, 1758
  • Boa scytale Linnaeus, 1758
  • Eunectes barbouri Dunn & Conant, 1936
  • Eunectes murinus (Latreille In Buffon, 1801)
  • Eunectes murinus Duellman, 1978



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